Queloque. Marx, amor y comunidad en del Barco

Por Javier A. Riggio //

a quien-viene,

a brotecito de kupuka

En un hermoso texto para ahondarse en el pensamiento filosófico de Oscar del Barco, Emmanuel Biset[1], en la anteúltima nota al pie, cita una línea oscariana para pensar la política, la posibilidad de una política-otra:

Tal vez la única «política» posible, más allá de los niveles oprobiosos y trágicos del Sistema, a los que hay que resistir y combatir, sea el amor.[2]

Una línea que puede tanto llamar al descreimiento como conmover. Puede ser dejada de lado al leerla como la quintaesencia de la ingenuidad ante el problema del poder o llamar al silencio, como si algo hubiese ahí que no se deja comprender tan rápidamente.

Su lectura nos conmovió, nos acalló. Otra perspectiva se ofreció para leer las miles de páginas que nos dejó el bueno de Oscar. Y fue leyendo que encontramos cómo esa línea no sólo forma parte de una trama más compleja que nos lleva de ida y vuelta desde la filosofía a la pintura, desde la política a la poesía, desde la mística a la literatura, sino que también es un hilo que recorre, al menos, las últimas décadas de su producción, de su pensamiento, de su intervención política, de su forma de vida. Podemos hallar la mención al amor desde los escritos del exilio mexicano, hasta diseminada en las “lecturas insistencias reiteraciones olvidos”, subtítulo y método de el estupor de la filosofía, ese ciclópeo libro de más de setecientas páginas publicado en el 2021, pasando por el texto citado por Biset y que el propio del Barco lo pone en continuidad con textos de los años noventa.[3]

Así como no hay originalidad en buscar bisagras, giros, quiebres y volteretas irreversibles a la hora de leer la producción de quien sea, tampoco la hay en el intento de encontrar allí, aún con saltos y caídas, con tramos secos y caudalosos, una vertiente común, como si se tratase de una fidelidad, a veces decidida, a veces impuesta, a una manera de pensar, de ser. En el caso de quienes leemos a del Barco, están quienes ven diferentes períodos (el momento marxista, el momento místico), objetos dispares (filosofía, política, mística, poesía, pintura) y quienes tentamos una lectura, no de continuidad homogénea, pero que sí pueda notar cierta perseverancia y, tal vez, paciencia en determinados aspectos, nociones, conceptos que se enuncian, a veces con diversos matices, a veces hasta con tonos contrapuestos, en una producción diversa. Palabras que se repiten pero que no quieren decir lo mismo, conceptos que se reiteran pero que pueden ser leídos expresando, en sus desplazamientos, las huellas de una experiencia, de la que, dicho hegelianamente, no se puede salir indemne. Porque la experiencia, si es tal, no es más que la vivencia de la transformación de la relación entre el sujeto y el objeto, lo universal y lo singular, lo absoluto y la historia, el yo y el nosotros, el ser y el pensar, el cuerpo y el alma, la vida y su forma. El amor, pensamos, es uno de esos vitales conceptos que la pluma delbarquiana repite, insiste, reescribe, tañe al compás de ese devenir.

En lo que sigue nos detendremos en El otro Marx[4], una compilación de escritos publicado en 1983, durante el exilio de del Barco en México. En sus páginas nos encontraremos con el amor de la mano de la problemática de la subjetividad y las formas de organización para no sólo resistir al capitalismo, al Sistema, a la vida que llevamos sino para avistar otras formas de ser, otros modos de comunidad y, justamente, de vida.

Marx, amor… Queloque.[5] Nos inclinamos por leer este texto sobre Marx, primero, porque a priori puede sonar totalmente disonante -hasta la contradicción- que en esas páginas se pueda hablar de amor. Y, además, porque es un texto al que Oscar retornó más de dos décadas después, escribiendo un fructífero “Epílogo” para trabajar las relaciones entre marxismo, comunidad política y, otra vez, amor.

La tríada marxiana

¿Cómo leer este libro publicado en 1983? Lo primero a destacar es que El otro Marx puede ser leído como la última parte de una trilogía dedicada a Marx y al marxismo en el exilio. En 1977 publica Esencia y apariencia en El capital[6], en 1980 Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas[7] y, finalmente, en 1983 compila una serie textos bajo el título de El otro Marx. Leer El otro Marx como parte de esta tríada nos permite notar diferentes aspectos de un mismo y paciente trabajo que, no sin matices -y hasta con notorias bifurcaciones-, podría tomarse como una fiel y singular continuación de la tarea marxiana de crítica radical de la relación social capitalista desde su fundamento: la forma-mercancía que toman los productos del trabajo cuando la reproducción social se organiza bajo el surco de la propiedad privada. Una crítica que implica, a su vez, la apuesta por la constitución de otra forma de vida. En el primero de estos libros, el énfasis está en la crítica del fetichismo mercantil y cómo se vertebra desde allí la estructura de escisión que organiza tanto la vida como el pensamiento en la sociedad contemporánea. Asimismo, considera que el pensamiento de Marx es la elaboración del materialismo absoluto, irreductible a la dicotomía filosófica entre idealismo y materialismo (y sus sucedáneos: espíritu y materia, conciencia y cuerpo, teoría y práctica, concepto e historia), yque, en tanto conocimiento, es forma de la clase trabajadora, porque es un momento de la aparición de la lucha de la clase obrera como un afuera de los lugares pre-establecidos por la dinámica social capitalista.[8]

En el segundo, su embate de raíz se prolonga en una incisiva discusión con el leninismo, en tanto continuó incuestionadamente con la estructura de escisión que jerarquiza la relación entre la razón y el cuerpo, la teoría y la práctica, los dirigentes que poseen el saber y los desposeídos que deben ser dirigidos, que sólo deben obedecer. Al mismo tiempo, del Barco afirma su apuesta por la auto-organización del proletariado, reafirmando el viejo y siempre vivo dictum de la Asociación Internacional de los Trabajadores: la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos.[9]

Sin embargo, el despliegue de esta postura resulta bastante escueto en los primeros dos libros. Parecería que se impone seguir pensando el problema de la subjetividad: quiénes y, sobre todo, cómo hacer otra cosa que la reproducción del capitalismo. El otro Marx, da ese paso como tercer jalón del rumiar delbarquiano.

En los escritos que componen este singular libro sobre la otredad marxiana, del Barco considera que el materialismo absoluto es una crítica a la idea “de un sujeto sustancial al margen de sus acciones”, para afirmar, en cambio, “la sola existencia de sujetos constituidos[10], que el ser humano, como dice Marx en la tercera tesis sobre Feuerbach, es el ensamble de sus relaciones sociales. A partir de esta noción de subjetividad no sustancial, en consonancia con la transgresión del lugar que tiene para la teoría en la sociedad capitalista, del Barco considera que El capital de Marx es un momento de -y esto es lo que queremos destacar- “la práctica polimorfa del proletariado.”[11] La clase trabajadora, en su lucha frontal contra el capitalismo, se constituye subjetivamente como el hacer polimórfico del proletariado “a través de una multiplicidad de procesos moleculares, de experiencias, de luchas, de ‘historias’ y de teorizaciones concretas”[12], de modo que, estallando “el espacio el espacio teológico del sujeto, el pensamiento se constituye como forma concreta de un real descentrado y disperso, ‘desmigajado’ diría Nietzsche.”[13] Desde aquí, estrechando de un modo peculiar la relación entre el estilete de El capital y el pincel de Así habló Zaratustra, es decir, entre crítica de la economía política y destrucción de la metafísica, del Barco refiere al hacer del materialismo absoluto como “una nueva razón o una a-razón (en el sentido de la muerte del logos occidental)”[14]. Es por esto que ante la pregunta sobre quién es el sujeto de la revolución, la respuesta afirma la constitución de subjetividades “desmigajadas” en ese espacio otro de la relación social capitalista que “instaura una práctica descentrada y polimorfa.”[15]

Para plantearlo nítidamente. Si se trata de la crítica a la economía política, entonces no se puede reintroducir el pensamiento burgués, el pensamiento de la escisión jerárquica entre teoría y práctica, entre la razón y el cuerpo. Más concretamente aún, se trata de salir de la relación entre dirigentes y dirigidos, ya sean políticos profesionales o intelectuales, en búsqueda de una apuesta por la constitución de subjetividades descentradas, polimorfas que asuman la tarea de su propia emancipación.[16]

¿Hacia dónde? Hacia acá, ahora

¿Pero de qué se está hablando al hablar de estas subjetividades constituidas descentrada y polimórficamente[17] en una realidad como totalidad desmigajada[18]? ¿de quiénes? Este pensamiento del proletariado polimorfo, esta a-razón, está fuera de la razón occidental, se funda en la existencia de la lucha de las clases explotadas. Y allí encuentra su propia racionalidad, fuera del “círculo propio de la división del trabajo capitalista, el que constituiría la roca última que debe superar toda revolución.”[19] 

Esta nota, la necesidad de salir de la horma de hierro de la división del trabajo capitalista, parecería ser para del Barco una clave determinante para la constitución de subjetividades en la práctica revolucionaria. Lo es aún hoy. Y algo de eso podría leerse en dos textos que, de algún modo, cierran -para abrirlo- El otro Marx. Nos referimos al “Post-scriptum” de 1983 y al “Epílogo” que le escribió a la reedición de 2008[20]. Leámoslos con algo de detenimiento.

En el “Post-scriptum” nos encontramos con la afirmación de del Barco: “el ‘marxismo’ ha muerto”. El “marxismo” (entre comillas) del que allí nos habla resuena directamente con su crítica a la teoría y práctica del leninismo: “[e]l marxismo fracasó porque a través de un largo y contradictorio proceso devino una forma más de la Razón y cuando «en el fondo de lo desconocido» se enfrentó con lo nuevo sólo atinó a levantar los viejos escenarios de la violencia y el horror.”[21]

Sin embargo, para del Barco, las ideas de Marx, ya sin el grave ropaje de ser las “leyes de la historia” que nos llevarán, queramos o no, a la tierra prometida del comunismo, estas ideas marxianas sobreviven “a la intemperie”[22], siguen siendo fermento para quienes no cejan en su lucha por la libertad, la autoemancipación. Porque del Barco, aún en esa noche desoladora que fue el exilio, aún en la oscuridad que crecía con el despliegue omnívoro y global del Sistema capitalista, aún ahí, del Barco abría los ojos a los destellos de luz. “No existen ni ideales ni organizaciones que puedan absolutizar las necesidades y las pasiones de los individuos. En la época de lo siniestro por la que estamos adentrándonos sólo subsiste la resistencia irrepresentable, la resistencia solitaria o de grupos, activa o pasiva, de familias, de amigos, de tribus.”[23]

Y como si esto no fuese lo suficientemente díscolo en el medio del exilio mexicano, donde muchos de sus amigos, camaradas y compañeros se afanaban en pensar qué tarea le cabe a la política y a los intelectuales después del feroz accionar de la Dictadura[24], avistando qué lugar les reservaba el nuevo orden con el pronto retorno de la democracia representativa en Argentina, nos queremos detener en otra dimensión de la subjetivación que nos ofrece del Barco en ese “Post-scriptum”, en ese escrito después de lo escrito. Nos referimos a la dimensión amorosa de la política de la resistencia al Sistema. Dice del Barco: “Parece mentira pero la última esperanza se funda nada menos que en ese sentimiento, tan desprestigiado y todavía sagrado, que se llama amor. Todavía lo que sobrevive es esa fuerza ignota que une todo en un deseo que posiblemente sea invencible.”[25] La mención al amor como fuerza incesante en la pelea por otro mundo, bien puede ser tomada como la muestra cabal de la capitulación delbarquiana, de un pensamiento exhausto ante la aberración creciente del Sistema. “Parece mentira (…) la última esperanza (…)” nos dice del Barco.

Sin embargo, es posible ensayar otra lectura para decir que a pesar de escribirlo como diciéndolo en voz baja, sonrojado, esta mención intempestiva al amor es parte esencial de su pensamiento ético-político que se nutre de la (auto)crítica radical que estuvimos reponiendo y que seguirá desplegando hasta sus últimos textos. Desde allí, desde esta apuesta ético-política largamente masticada, puede leerse el “Epílogo” que escribe veinticinco años después para la reedición de 2008 de El otro Marx.

En esas líneas reafirma, sí, la derrota. Una derrota que se evidencia tanto en el desarrollo triunfante del capitalismo[26] como en que “actualmente ninguna sociedad se plantea el comunismo como una forma posible de organización económico-social.” Ante esta arrolladora victoria del reino del mercado, del Barco reivindica la vigencia de determinados análisis críticos de Marx[27] y asume la caída irreversible de la práctica política como lucha por la implantación del comunismo en algún momento futuro, como un paraíso porvenir.

Pero esta situación casi-apocalíptica no quiebra a del Barco. Porque, al contrario, desafía a considerar la política que constituye el nervio de “las múltiples y complejas luchas de los seres humanos por una sociedad más igualitaria (…) [porque] ya no se trata de luchar para que alguna vez, en el futuro, se logra la utopía ‘comunista’; se trata más bien de enfrentar al Sistema en todos los lugares posibles, de resistir su política de explotación y de dominio, de vivir el comunismo no sólo como resistencia al Sistema sino como forma de ese vivir (…)”.[28] La política por otra manera de vivir se dirime aquí, ahora. Y del Barco talla un aspecto angular en la búsqueda incesante de la emancipación: “Esto que soy (que cada uno es) es el lugar de resistencia al Sistema (…) Porque somos libres podemos oponernos a las injusticias, defender la naturaleza y los animales, combatir por mejores condiciones de vida, contra la pobreza, contra las desigualdades.”[29]

Lejos de un llamado individualista, y en un tono que resuena al universalismo del reino de los fines de Kant, del Barco afirma que la lucha por un mismo es la lucha por el otro. Y viceversa. Por eso, “[e]n el espacio de la resistencia como acto libre lo que se constituye es un nuevo tipo de comunidad, una comunidad frágil, vacía, que me atrevería a nombrar ‘amorosa’”. Comunidad frágil porque, en un eco nietzscheano, no se organiza a partir de algo que la trasciende y va más allá de los cuerpos que la componen. No hay trasmundos, no hay paraísos porvenir. Se trata de lo que hagamos aquí, ahora, forjando frágiles comunidades[30] en las que vivamos “[e]l amor, la amistad, la bondad, la mística, la poesía, la música, la hospitalidad, la solidaridad, la comprensión.”[31]

El amor, nuevamente. Variaciones sobre un viejo tema. Si en 1983 podía leerse como lamento y resignación, años después, del Barco pone al amor en relación con la posibilidad de hacer otra política aquí y ahora, donde la vulnerabilidad y la fragilidad son condición de una comunidad política que intente otra forma de vida que la capitalista. Si en estas líneas delbarquianas se nos ofrenda un comunismo intempestivo[32], esa forma otra de vivir no puede hacerse sin la vindicación del amor como nervio ético-político de otra forma de comunidad.

***

El amor. Oscar del Barco insiste, escribe y reescribe sobre el amor. Lo hace en las oscuras fauces del exilio, lo hace ante la ingente reproducción del capitalismo que cierra un siglo y abre otro. Frente a la colosal mutabilidad del Sistema, insiste y matiza, repite e interpela sobre el amor. La apuesta por otro tipo de comunidad. Si el amor delbarquiano nació como herida, su cicatriz evoca la fragilidad que somos, pero no para renunciar a la política, sino para hacerla de otro modo. Por eso, en sus últimos años, en el texto que reitera y repite (no sin incrustar una irónica risa) el texto de 2010 que Biset cita en su anteúltima nota al pie, Oscar nos dice:

A la pregunta sobre ¿qué hacer? habría que platear un retorno (risible) a los viejos y siempre vigentes principios del amor, la compasión, la hospitalidad, la debilidad, la generosidad […]. Pero, ¿es posible plantear eso?, ¿quién podría hacer suyos realmente esos principios o modos-de-ser? Pienso que es posible y que todos podríamos hacer nuestros dichos principios asumiéndonos como seres absolutos, concientes e iguales en cuanto seres humanos. A partir de este punto extremo se abre la posibilidad de una auténtica “revolución” como finalidad actual de lo humano o de lo post-humano que efectivamente ya somos. Paradoja final: realizar la potencia que ya somos.[33]


[1] Instantes y azares. Escrituras nietzscheanas 21-22, 2018, pp. 111-27.

[2] “Notas sobre la política”, publicado en Nombres. Revista de filosofía, 24, Córdoba, Argentina, septiembre de 2010. Cabe mencionar que este texto también aparece en el compilado delbarquiano realizado Pablo S. Lovizio, intitulado Escrituras, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2011, pp. 309-22; y en Un resplandor sin nombre. (Textos sobre política, filosofía y mística), Barcelona, Tercero incluido, 2022, pp. 121-38. Este libro es una compilación de del Barco editada por Martín Hendler, quien escribe una bella y problematizante introducción al itinerario vital del Oscar. Y, además, “Notas sobre la política” es uno de los escritos sobre los que del Barco insiste, reitera, reescribe y varía, con el escueto título “notas”, en el estupor de la filosofía (lecturas insistencias reiteraciones olvidos), Buenos Aires, Biblioteca Internacional Martin Heidegger, 2021, pp. 345-58.

[3] En la primera nota al pie de “Notas sobre la política”, escrito, como ya dijimos, en 2010, del Barco dice que este texto presupone y continúa los análisis de “Crisis I” y “Crisis II”, los cuales fueron escritos y publicados más de una década antes en El abandono de las palabras, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 1994, pp. 53-113.

[4] El otro Marx, Culiacán, Sinaloa, México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1983. Este libro fue rescatado del olvido por Jorge Iacobson y Pablo S. Lovizio, quienes escriben una problematizante introducción, para ser reeditado en Buenos Aires por Milena Caserola como El Otro Marx en dos ocasiones. En 2008, con un “Epílogo” del propio del Barco y en 2018 con un espléndido prólogo escrito por Luis Ignacio García.

[5] El estupor que provoca el preguntar fundamental de la filosofía (parafraseando, decimos: ¿qué es lo que es?) puede ser también un saludo entre amigxs. https://www.diccionariocordobes.com/que-significa-queloque-126/

[6] Esencia y apariencia en El capital, Puebla, México, Instituto de Ciencias de la Universidad Autónoma de Puebla, 1977. Fue republicado en la compilación Escrituras,ed. cit., pp. 19-93 y, con un fértil “Estudio preliminar” de Mariano Repossi, en Buenos Aires, por Editorial Marat en 2017.

[7] Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas, Puebla, México, Editorial Universidad Autónoma de Puebla, 1980. Este texto también fue republicado en Escrituras, ed. cit., pp. 101-218 y, en Barcelona, por Tercero Incluido, con la edición a cargo de Pablo S. Lovizio y con una polémica introducción de Luis Ignacio García, en 2024.

[8] “(…) el materialismo absoluto es originario, por cuanto es (…) un pensamiento que no parte de la escisión religiosa del mundo (la que se funda, en última instancia, en la división social del trabajo), sino, precisamente, de una materialidad absoluta. Mas: ¿qué ha ocurrido en la historia del mundo para que este pensamiento sin fondo, sin centro, pueda enunciarse? Este pensamiento originario es el correlato, a nivel de concepto, de un originario social: la clase obrera. (…) Y en este sentido afirmamos que es secundario que tal pensamiento lleve el nombre de Marx, pues Marx, en última instancia, es un momento de algo que lo trasciende: la clase obrera.” Esencia y apariencia en El capital, compilado en Escrituras, ed. cit, pp.60-1. Para seguir entretejiendo este complejo punto, se puede leer “Materialismo absoluto”, una selección de fragmentos de este fundamental libro delbarquiano, que está en la sección “Conciencias” de este número de la revista.

[9] Es decir, empuñando la tarea de su propia emancipación. “Para Marx, que pensaba de manera absolutamente distinta el problema de la relación entre clase, teoría y partido, la clase obrera es el sujeto de su propia liberación o, como él dice, la clase se autolibera”, Esbozo…, en la edición de Tercero Incluido, p. 105. En la nota al pie 58 que figura en dicha página, del Barco añade: “Esto fue reconocido posteriormente por Engels como punto esencial de la concepción revolucionaria marxista. En su introducción a la edición de 1888 del Manifiesto comunista dice: «Nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos decididamente el criterio de que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma.»” Este radical sentido del problema organizativo, a nuestro juicio, está en continuidad con puntos angulares de lo que dice en los otros dos textos de la tríada marxiana, donde se destaca que, por caso, la importancia de El capital no tiene que ver con el individuo-Marx que lo escribió, con el sujeto de barba, amante del tabaco y de Shakespeare que lo redactó, sino que su relevancia está cifrada en tanto es forma de acción del proletariado, como forma de su pensamiento: es la clase la que se piensa en El capital. Dice en Esencia y apariencia…: “se trata, como ya dijimos, de «la crítica del sistema a través de su exposición» (Marx, en una carta a Engels, se vanagloria de haber logrado un triunfo científico para el partido de la revolución obrera). Lo fundamental no es la constitución de una ciencia por la ciencia misma (lo que equivaldría a convertir a Marx en un «científico»), sino la construcción de un instrumento crítico que sirva de «cerebro» a la pasión revolucionaría de una clase: el conocimiento, en el terreno de una lucha a muerte, se vuelve, en un sentido metafórico, instrumento, y en sentido estricto, forma de la clase.” Escrituras, ed. cit., p. 59. Y, en El Otro Marx, en la p. 114, leemos: “Se me objetará: ¿acaso fuera de esas prácticas determinadas a las que llamo burguesas existen otras prácticas? La práctica que existe fuera de esas prácticas es, precisamente, la práctica revolucionaria, la cual, siempre, es la práctica del afuera de las prácticas de la clausura burguesa. Y es esta práctica lo que debe pensarse y desde donde debe pensarse o, para ser más preciso, es esta práctica la que piensa. Y aquí caben dos preguntas fundamentales: ¿quién piensa? y ¿desde dónde piensa? Estamos acostumbrados a reconocer que quien piensa en un individuo determinado, ya sea, por ejemplo, Marx, Lenin o Mao y, desde cierto punto de vista, esto es la evidencia misma. Pero también aquí me permito avanzar otra tesis provocativa: los nombres propios, en este caso los nombres de los dirigentes revolucionarios, son el nombre de los órganos o instrumentos que utiliza la clase para pensarse. Si el materialismo critica como idealista la idea de un sujeto sustancial existente al margen de sus acciones, y afirma la sola existencia de sujetos constituidos, reconociendo como fundamental para esta crítica la afirmación de que el hombre es el conjunto de (sus) relaciones sociales, consecuentemente deben someterse todos los nombres propios a la deconstrucción implícita en la crítica. Quien piensa es la clase obrera y piensa, para responder la segunda pregunta, desde lo otro del sistema.” V. pp. 77, 140.

[10] El Otro Marx, Argentina, Milena Caserola, 2008, p. 114.

[11] Ibid., p. 117.

[12] Ibid., p. 186.

[13] Ibid., pp. 165-6.

[14] Ibid., p. 176.

[15] Ibid., p. 131.V., p. 109. Para notar todo lo que del Barco lee en ese llamado a lo polimorfo que excede los lugares preestablecidos, en última instancia, por la división social capitalista del trabajo, dice en la página 117: “en El capital no hay una filosofía porque Marx, vale decir el proletariado, no tiene filosofía o, dicho de otra manera, El capital es un momento de la práctica polimorfa del proletariado.” Los polémicos vínculos entre Marx y Nietzsche son notablemente fructíferos en la lectura delbarquiana. En este libro se pueden observar, por caso, en las reflexiones sobre la escritura fragmentaria en “Hacia el otro Marx” y en las densas cavilaciones sobre la otredad en el “Post-scriptum”.

[16] Para notar como en esta cuestión se anudan, de algún modo, lo que del Barco viene respirando a lo largo de la tríada marxiana, leemos en El Otro Marx, al final de la pág. 152: “El materialismo (…) es la crítica radical de la idea de representación. Marx enseñó a no delegar, a participar, a actuar políticamente, a pensar desde y en la política.” Para ahondar este punto, inmediatamente añade en nota al pie: “Tampoco se trata de facilidad política sino de establecer que ni la teoría ni la organización tienen prioridad sobre la clase. Cuando Marx dice que hasta ahora se explicado el mundo y que de lo que se trata es de transformarlo, no está negando la explicación sino poniendo el acento sobre el problema central para la clase, el de la transformación. Pero esta transformación la realiza la propia clase. Marx no se cansó de repetir que la clase obrera se auto-libera. Lo que no implica plantear la dicotomía espontaneidad-organización, sino el reconocimiento de una relación dialéctica donde lo determinante es la clase.”

[17] Como otra marca de las insistencias delbarquianas, mencionemos que en la escueta contratapa de el estupor de la filosofía se leen tan sólo dos palabras: “lo, polimorfo”.

[18] Insistamos en las insistencias de Oscar: “¿[n]o es posible desmigajar el todo y pensar y desear comunidades sueltas, libres, pequeñas comunidades de amigos «comunistas», poetas, místicos, budistas, amantes de la música clásica o del rock o del folklore? ¿Por qué subsumir a la humanidad en un Uno-Común totalitario y no pensar en un hormiguero de acciones y de pasiones abiertas, individuales o comunitarias, donde los hombres puedas crear libremente sus vidas?” Nombres 24, 2010, p. 150.

[19] Oscar del Barco, El Otro Marx, ed. cit., p. 185.

[20] Pueden leerlo en este enlace.

[21] Para nutrir la polémica sobre el álgido problema de la organización para la auto-emancipación en relación con el marxismo y la crítica al leninismo, y lo que en los años del exilio se tematizó como “la crisis del marxismo”, nos permitimos enviar a la nota al pie 5 de la introducción que escribe García a Esbozo…, donde nos refiere a otros textos escritos por del Barco en los mismos años del libro crítico de la teoría y práctica del leninismo, para destacar que en “Observaciones sobre la crisis del marxismo. Respuesta a Paramio y Reverte” (Escrituras, ed. cit.,p. 290), el pensador cordobés sostiene: “Para decirlo claramente: se trata de la crisis del II y la III Internacional, del reformismo y del bolchevismo-leninismo”. Enfatizamos lo que García enfatiza: “es decir, no es una crisis del marxismo en cuanto tal.”

[22] Oscar del Barco, El Otro Marx, ed. cit., p. 208.

[23] Ibid., p. 209

[24] Para ahondar en esta cuestión, se puede leer “Desde el fragor del mundo”, la carta que en 1980 del Barco le envía a la revista Controversia como respuesta a la invitación a escribir sobre la democracia. Está compilada en Escrituras, ed. cit., pp. 303-7. Y para notar cómo lo que dice allí sobre “los intelectuales” está en vinculación con todo lo que Oscar viene masticando en la tríada marxiana, se puede leer “Althusser y el problema de la teoría”, texto compilado en El otro Marx, en la edición primera de la Universidad Autónoma de Sinaloa, pero que no fue incluido en la reedición de 2008 y 2018. Se podría formular polémicamente lo que plantea allí de este modo: si se afirma la teoría como forma de la clase, ¿para qué insistir con “los intelectuales” como si el pensamiento fuese propiedad (privada) de ciertos individuos que tendrían que -en el mejor de los casos- ponerlo a disposición, de manera exterior, para las mayorías explotadas? Con matices, esto nos lo sugirió la quinta nota al pie del prólogo de Luis García a la reedición de 2018 de El Otro Marx.

[25] Oscar del Barco, El Otro Marx, ed. cit., p. 208.

[26] Y lo dice en plena crisis mundial del 2008. Pero, justamente, las crisis del capitalismo son una prueba, para del Barco, de su plena salud: “(…) la crisis es forma de ser del Sistema, por lo tanto pierde su carácter apocalíptico para devenir en cierta medida cotidianidad (…)”, “Crisis II” en El abandono de las palabras, ed. cit., p. 97. 

[27] Detalla su referencia: la reproducción ampliada del capital y su tendencia a la globalización; la aceleración de la cosificación de las relaciones sociales; el colosal crecimiento de “el Gran Autómata”, el sistema técnico que gobierna nuestras vidas. El Otro Marx, ed. cit., p. 216.

[28] Ibid., p. 218

[29] Ibid., pp. 218-9

[30] Idem. Para complicar y notar la angularidad que tiene la mención a la “comunidad” como modo organizativo en el derrotero de la cuestión ético-política en Oscar del Barco, citemos, en primer lugar, lo que él le niega al Sistema, a pesar de reconocerle una potencia descomunal de metamorfosis: “el Sistema genera y resuelve su conflictualidad; la imposibilidad de éxtasis está en la raíz del Sistema, y esta es su tragedia: no puede devenir un modo absoluto, no puede ser una comunidad (…)”, “Crisis II” en El abandono de las palabras, ed. cit., p. 97. Como muestra de la apretada urdimbre que puede advertirse en las vitales conceptualizaciones delbarquianas, recordemos, como dijimos en la nota al pie 3, que “Crisis II” es mencionado como presupuesto de “Notas sobre la política”, el escrito que ofició de aguijón a estas líneas. En segundo y último lugar, destaquemos el grave lugar que tiene dicha noción ético-política en la posición de del Barco en el debate sobre la violencia política de las décadas del sesenta y setenta en nuestro país. En la carta que Oscar del Barco escribe en diciembre de 2004 tras leer el testimonio de Héctor Jouvé, participante del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), y que abrió un largo debate que, de un modo relevante, llega hasta nuestros días, dice: “El principio que funda toda comunidad es el no matarás. No matarás al hombre porque todo hombre es sagrado y cada hombre es todos los hombres.” AA.VV., No matar. (Sobre la responsabilidad), Córdoba, del Cíclope – Universidad Nacional de Córdoba, 2007, p. 32.

[31] Ibid., p. 220. Rumiar el amor delbarquiano podría conducirnos a otros escritos de su producción en los que la cuestión ético-política se encuentra atravesada con y en la poesía, la literatura, la pintura, etc., abriendo, entre otros aspectos, la pregunta por su (in)distinción. Ofrecemos sólo un fragmento para poder seguir meditando esta complicada cuestión. Dice del Barco en sus “Consideraciones sobre un poema de Juan L. Ortiz”: “El amor supera así sin límites a toda pasión ‘humana’. No es algo que el hombre pueda o no sentir, sino que es-sin-ser el exceso de todas las formas y categorías que vanamente intentan definir al hombre. El hombre es abandono, intemperie, excedencia, apertura, caos… y amor. Amor es el sinónimo de todas las palabras; o es la Palabra que resume todo lo indecible, por incognoscible e indecidible, a lo que llamamos ‘hombre’.” Este texto fue publicado primeramente en la revista La biblioteca, número 2-3, Argentina, invierno 2005, pp. 8-17 y fue sumado a la reedición engrosada de la compilación La intemperie sin fin, Córdoba, Alción, 2008, pp. 193-206.

[32] Algo de esto se juega en la fructífera hipótesis de lectura que nos ofrece Luis García en la ya mencionada introducción que le escribe a la reedición del 2018 de El Otro Marx.

[33] el estupor… ed. cit., p. 358

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