Por Cecilia García //
Abril 2025. Contexto: policrisis. ¿Cómo se están enfrentando los seres humanos a este escenario que nos toca atravesar? ¿Cómo han afrontado nuestros abuelos, nuestros padres crisis que tuvieron que vivir? Recuerdo escuchar una historia que me contaba mi madre acerca de la construcción de la casa donde ella vivió desde su ninez hasta la adultez. Los sábados a la manana la despertaban los ruidos de las palas que golpeaban las unas contra las otras a modo de timbre los amigos y companeros de trabajo de mi abuelo. Luego de trabajar toda la semana en una fábrica o donde trabajasen, los fines de semana se seguía trabajando construyendo las casas en modo minga. Siempre me asombró que un grupo de amigos y companeros que no poseían formación ni conocimientos específicos sobre construcción de casas, pudieran construir una casa tan linda y sólida como la de mis abuelos. Con este y otros tantos ejemplos mi abuelo materno me dejó en acto una orientación sobre cómo se pueden superar momentos difíciles: en comunidad y solidariamente.
Algo más acá en nuestra época, Matthieu Ricard, doctor en Biología molecular por el Instituto Pasteur, y monje budista hace décadas, nos habla del altruismo como una propuesta pragmática al desafío que enfrentamos en este tiempo. Luego de haber colaborado en numerosas universidades mostrando científicamente los efectos de la meditación, afirma en su libro, En defensa del altruismo, que los estados mentales constructivos, amorosos y ligados a elevados standares de salud mental, se pueden entrenar y presentan el potencial de cambiar nuestras vidas y nuestras sociedades.
Ante la confrontación casi permanente con imágenes de seres humanos muy sufrientes ante guerras, catástrofes, sometimientos, puede darse en el ser humano que intenta empatizar con estos seres, estados de agotamiento emocional con sentimientos de desamparo, aversión, abatimiento, desconexión y evitación. Matthieu Ricard demostró por ejemplo en el Instituto Max Planck de Leipzig, Alemania, junto con la neurocientífica Tanja Singer, que el ejercitarse activamente en el cultivo de la compasión, por el contrario a esta simple pasiva sobreexposición al dolor ajeno, posibilita que los seres humanos reaccionen ante el sufrimiento del otro con estados mentales constructivos, como el valor, el amor maternal y la determinación de encontrar un medio para ayudar. ¿Cómo podemos imaginarnos este cultivo? Generalmente en la práctica de la meditación budista, además de destinar un tiempo al desarrollo de la concentración, la sabiduría y las virtudes, el meditador se enfoca en acrecentar dentro de sí el amor benevolente, el amor compasivo, tanto hacia sí mismo como hacia otros seres. Desde que varios monjes budistas, como Matthieu Ricard, se decidieron a ingresar en los laboratorios de neurociencias, se incrementó la producción científica acerca de la constatación allí de los cambios cerebrales que se producían gracias a estas prácticas: “El área vinculada a las emociones negativas y al desamparo no era activada durante la meditación sobre la compasión, mientras que sí lo eran ciertas áreas cerebrales tradicionalmente asociadas a las emociones positivas, al amor maternal, por ejemplo.”1
Por lo demás la práctica de la meditación también está relacionada con la disminución de la reactividad burda e irreflexiva y una consiguiente ganancia de libertad de pensamiento y acción, posibilitando respuestas más maduras, concientes y basadas en valores, lo que trae aparejado un positivo impacto invidivual y social. Quizás podemos tomar algo de la terminología psicoanalítica para referirnos a este beneficio, ya que ésta nos es culturalmente más cercana. La meditación es la práctica cotidiana que nos podría llevar a ir disolviendo poco a poco patrones establecidos en ciertas compulsiones repetitivas, liberando, al decir de Freud, energía que se encuentra capturada en síntomas neuróticos de padecimiento.
Los desafíos de nuestro tiempo son múltiples y diversos y no se trata de soluciones simplistas. Sí es un tiempo de potenciar y realizar sinergia entre todos los recursos que disponemos, aprovechar el tiempo que tenemos, cooperar con otros, y aprender juntos y solidariamente por qué no, técnicas de meditación que nos permitirían una contrucción social desde una base más sensible y compasiva.

- Ricard, M. (2016). “Capítulo 4. De la empatía a la compasión en un laboratorio de neurociencias, p. 51, en Defensa del altruismo. Barcelona. Ediciones Urano. ↩︎

Deja un comentario