Contingencias en el decir

Por Facundo Suñé //

¿Sobre qué habla el lenguaje? ¿De qué hablamos cuando hablamos del lenguaje? Si la filosofía es el arte de pensar los componentes de la realidad, la pregunta por la naturaleza del lenguaje ha de ser una de las cuestiones más disruptivas del pensamiento filosófico. ¿Existe pensamiento sin lenguaje?, ¿y lenguaje sin pensamiento?

Preguntar por el lenguaje es preguntar por el borde de lo concebible. Concebimos mediante el pensamiento, pensamos mediante el lenguaje, filosofamos cuando pensamos y cuando decimos, expresamos o comunicamos, con el propósito de que otrx (otro pensamiento, otro lenguaje, otro modo de decir) conciba nuestro filosofar.

Filosofamos cuando pensamos y cuando decimos… ¿La relación entre nuestro pensar y nuestro decir-lo es necesaria o contingente? En otras palabras, ¿hay una y solo una forma de decir lo que hemos pensado?, ¿o hay diversas formas de decir un mismo pensamiento? Si hubiera necesariamente una sola forma de decir lo que hemos pensado, la existencia se tornaría más sencilla, pero también más aburrida por lo simple. En este caso, siempre conoceríamos y sabríamos qué palabras utilizar para decir cada pensamiento; y las otras personas conocerían la exacta referencia de cada una de nuestras palabras o proposiciones. Por el contrario, si hubiera diversos modos de decir un mismo pensamiento, la existencia sería más rica lingüísticamente…, aunque dejo a criterio de lx lectorx el impacto que tal riqueza tendría sobre el aspecto práctico del decir.

Ciertamente, lo que nos desconcierta es la uniformidad de sus apariencias cuando las palabras nos son dichas o las encontramos escritas o impresas. Pero su empleo no se nos presenta tan claramente. ¡En particular cuando filosofamos!1

Wittgenstein nos invita a pensar, en su obra póstuma Investigaciones filosóficas, que la relación contingente entre el decir y el pensar descansa en la situación de que el lenguaje nunca se probó suficiente como pintura2 o como espejo de los hechos atómicos del mundo3: cuando decimos, más que un espejo, lo que tenemos entre manos es una caja de herramientas, un manojo de posibles funciones, un juego con sus reglas, sus piezas, sus objetivos, sus variables y su contexto —todas ellas a su vez contingentes—.

La expresión «juego de lenguaje» debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje
forma parte de una actividad o de una forma de vida.
Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos ejemplos y en otros:
Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes —
Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas—
Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)—
Relatar un suceso —
Hacer conjeturas sobre el suceso —
Formar y comprobar una hipótesis —
Presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas—
Inventar una historia; y leerla—
Actuar en teatro—
Cantar a coro—
Adivinar acertijos—
Hacer un chiste; contarlo—
Resolver un problema de aritmética aplicada—
Traducir de un lenguaje a otro—
Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar.4

Recordemos ahora nuestras preguntas iniciales. ¿Sobre qué habla el lenguaje? ¿De qué hablamos cuando hablamos del lenguaje? Al hablar sobre el lenguaje estamos hablando de un componente del mundo, porque todo lo que existe pertenece al mundo. Pero el lenguaje es un componente peculiar: es el vehículo del decir, el vehículo de vehículos. Si el mundo está compuesto por relaciones entre hechos, entonces el lenguaje es un hecho peculiar: puede relacionar relaciones y puede relacionarse consigo mismo. Una manzana no puede relacionarse consigo misma. Un automóvil no sirve si solo se conduce a sí mismo. Por el contrario, lo opuesto ocurre con el lenguaje. Para Wittgenstein, el lenguaje cumple su función esencial cuando se relaciona consigo mismo, por ejemplo, en lo que se conoce como la función terapéutica de la filosofía, y que el profesor Federico Penelas sintetiza de la siguiente manera:

El fin de la terapia es la tranquilidad, la serenidad que sobreviene una vez que vemos la gramática del lenguaje […]. La tranquilidad que sigue al quitarse, finalmente, el pelo que uno tiene en la boca es la metáfora wittgensteiniana.5

Agrega Penelas:


[…] en Wittgenstein, a partir del recordatorio del uso común de las palabras, se trata de hacer una descripción minuciosa del funcionamiento de nuestro lenguaje ordinario, inventando si fuera necesario juegos de lenguaje para iluminar nuestra gramática, y para que el filósofo pueda recobrarse de su estado de enfermedad.6

La apelación a un supuesto estado de enfermedad no refiere a otra cosa que al atolladero lingüístico que —según el austríaco veterano de la Primera Guerra— supuso la discusión y confección de teorías filosóficas en la historia de la filosofía. He aquí un ejemplo de esta función terapéutica de la filosofía, relacionada contingentemente con los estudios en lógica formal antimetafísica del —no tan contingente— maestro y amigo de Wittgenstein, Bertrand Russell.

Los errores metafísicos proceden de suponer que «todos los hombres» es el sujeto de «todos los hombres son mortales», en el mismo sentido en que Sócrates es el sujeto de «Sócrates es mortal». Ello hace posible deducir que, en cierto sentido, «todos los hombres» denota una entidad de la misma especie que la que denota Sócrates. Esto condujo a Aristóteles a decir que, en un sentido, una especie es una sustancia.7

Lo que encontramos en esta reflexión típicamente russelliana es un análisis lingüísitico de los compromisos metafísicos presentes en la filosofía de Aristóteles, particularmente en su lógica. Sin dudas, lo último que hubiera aceptado Russell es que su reflexión implicaba un uso terapéutico de la filosofía; sentido que estamos sosteniendo en el presente texto. Sin embargo, redoblando la apuesta podríamos decir que en la filosofía de Russell hay una función técnico-terapéutica del lenguaje, donde hay una sincera preocupación por aclarar y distinguir en las más influyentes teorías filosóficas de la historia los nudos gramaticales que provocaron los atolladeros filosóficos potencialmente más enriquecedores del pensamiento occidental. Veamos otros ejemplos:

Sustancia es, en principio, lo que no es predicable de un sujeto ni presente en un sujeto. Se dice que una cosa está «presente en un sujeto» cuando, sin siquiera ser una parte del sujeto, no puede existir sin el sujeto. Los ejemplos dados son un fragmento de conocimiento gramatical que está presente en una mente y una cierta blancura que puede estar presente en un cuerpo.8

También agrega:

Lo que significa, exactamente, la palabra categoría, sea en Aristóteles, sea en Kant o Hegel, debo confesar que no he sido capaz de comprenderlo nunca. Personalmente no creo que el término categoría sea un camino útil en filosofía, como representación de una idea.9

Como reflexión final, nuestras preguntas iniciales apuntaban a pensar al lenguaje como objeto de estudio. Una de las formas de pensar al lenguaje —ciertamente, no la única— es como un conjunto de juegos posibles, con sus reglas y con sus excepciones, con sus virtudes y con sus defectos. En este sentido, Wittgenstein ha sido uno de los filósofos más fervientemente comprometidos con descifrar las condiciones de posibilidad del significado, es decir, qué significa significar o que una proposición signifique. Pues bien, como él mismo admitió, mientras el autor del Tractatus lógico-philosophicus buscó fundar una concepción pictórica del lenguaje —reduciendo al máximo todo compromiso metafísico—, el autor de las Investigaciones filosóficas buscó mostrar, mediante nada más que juegos de lenguaje, que el significado de cada palabra reside en el uso, en la función que puede cumplir al ser pronunciada.


  1. Wittgenstein, L., Investigaciones filosóficas, §11. ↩︎
  2. Como él mismo había sostenido en su Tractatus Logico-Philosophicus, contra la concepción especular predominante en el Círculo de Viena. ↩︎
  3. Concepción predominante en el Círculo de Viena. ↩︎
  4. Wittgenstein, L., Investigaciones filosóficas, §23. ↩︎
  5. Penelas, F., Wittgenstein. Estudio preliminar y selección de textos. Galerna, CABA, 2020, p. 174 ↩︎
  6. Ídem, p. 176 ↩︎
  7.  Russell, B., Historia de la filosofía occidental I, p. 220. https://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2016/08/doctrina44022.pdf ↩︎
  8. Ídem, p. 222 ↩︎
  9. Ídem, p. 221. ↩︎

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