Hace una noche que pasó por miles de noches y de ojos alguien supo cómo la sangre helada se reanima. Como tres soles íntimos, primero
imaginar un frasco con almendras y oír el vidrio roto por las ramas. Después estar despierto muy temprano y cuando el aire empieza a persuadir
mirar cómo las casas se levantan hasta entender que todo era vaciarse. Tercero, darle al frío su lugar
como se hace un hueco con las manos, se junta agua y solo ahí sentimos la sed que sin saberlo nos quemaba.
UNA HISTORIA
Contame una vez más la historia del cordero. Es de noche. Tu voz es nueva y sin embargo viene repitiéndose.
Son esas cosas que uno ve y ya está, ahora las ve así toda la vida: el cielo despejado en los ojos de un burro, el brillo en las escamas de una víbora, las manos rotas, el silbido que dura en la madera.
Y como el ojo que descubre más tonos de verde entre lo verde sabe que ser más vulnerable al mismo tiempo es ser más poderoso y bien mirado el miedo es tan idiota como un hombre que habla únicamente de sí mismo.
Así, contame una vez más que un día quiero contarla yo para volver adonde un punto era el imán del ojo y algo lo abrió para seguir la línea curvándola en otra nueva y vieja.
Dame tu voz sacándome hasta dejarme listo para oír el trigo roto en más.
UNA VISIÓN
Así como el zorrito se nos cruzó de noche por la ruta y en la maniobra casi nos matamos desde un costado oscuro salió la tentación de la tristeza.
No acelerar, no frenar, solo eludirla a riesgo del desastre.
UNA CANCIÓN
En donde muere un padre hay horizonte igual que en la llanura.
En donde nace un hijo hay viento.
Donde se queman huesos crece un círculo de tierra.
Donde se va quedando blanco un hijo las líneas de la mano se hacen sombras.
En donde salta un ciervo un árbol piensa en el otoño.
Donde se pudre el vientre de los bueyes zumban y en nubes se alzan las abejas.
En donde un chico sueña que es amigo de un caballo la casa se sostiene.
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